In our lives, Christians must distinguish between the serious obstacles that impede our spiritual growth and those inconveniences or difficulties that arise out of human experience. In today’s First Reading, disobeying God and his commandment is a serious obstacle that gets in the way of the spiritual growth of the person and the community. In today’s Second Reading, Saint Paul invites his audience to look beyond this life toward the hope of new life in the Risen Lord. In this new life, we trust that all obstacles can be overcome with the grace of God. In the Gospel, the scribes accuse Jesus of being possessed by Satan. As he offers a defense with a teaching of his own, his mother and relatives arrive. As we face major obstacles in life, we have our Mother Mary and family members, the Church, to rescue and lead us down the path of true happiness in Christ. It is important that missionary disciples of the community learn to distinguish between major obstacles that prevent spiritual maturity and the minor inconveniences of their journey. The Lord gives us his strength to conquer anything that keeps us from growing in his divine life and helps us to have patience and peace to keep our eyes set daily on the new horizon of hope that helps us to proclaim his word of love.
X Domingo Ordinario
El cristiano debe distinguir entre los obstáculos que persisten ante el crecimiento de su vida espiritual, y las inconveniencias o dificultades propias de la vida humana. La desobediencia a Dios y su mandato, según narra hoy la primera lectura, se convierte en un obstáculo serio que impide el crecimiento de la espiritualidad personal y comunitaria. No obstante, san Pablo nos invita a mirar más allá hacia el horizonte de la esperanza, cuando también resucitaremos a una nueva vida en el Señor. Por ello, no hay obstáculo que no podamos vencer con la gracia de Dios, ya que vivimos para el Señor. En el Evangelio, los escribas acusaron a Jesús de estar poseído por Satanás. En medio de su defensa ante ellos se aparecen su madre y parientes, su familia que viene a rescatarlo. En medio de las crisis humanas, también nuestra Madre María y parientes, la Iglesia, nos rescata y nos muestra el camino de la verdadera felicidad en el Señor. Conviene que la vida misionera de la comunidad sirva para que sus ministros y voluntarios sepan distinguir entre los obstáculos serios que se presentan y la rutina diaria con tantas pequeñas vicisitudes que a veces les mortifican. El Señor nos concede su fortaleza para vencer aquello que nos impide crecer en su vida divina y nos ayuda a tener paciencia y paz para poder dirigir nuestra mirada a diario hacia el nuevo horizonte de esperanza que nos motiva a proclamar su palabra de amor.