Today, the word of God unveils his unconditional love that feeds the people and satisfies their hunger forever. In the First Reading, Elisha is the prime example of generosity as he distributes among the hungry the barley loaves made from the firstfruits. The Gospel narrative presents a similar image with Jesus and his disciples. It includes the persistent tension between human logic and the faith experience of those who trust God unconditionally. The disciples question how they are going to acquire enough food to feed such a large crowd. Jesus invites them to trust God, and makes present God’s generosity as he multiplies the food available to satisfy the entire crowd, to the point of leftovers. The Letter to the Ephesians confirms that in Jesus Christ, we are one people in the same Spirit. Christ nourishes us by his presence so that we can feed our neighbors with the gifts we have received from the Lord: human kindness, forgiveness, support, and a deep understanding of our role in the Church and in society. For this reason, God’s word presents us with a critical challenge—by the virtue of justice, we are called to satisfy the physical hunger of many who live in the periphery of our societies. But in true charity, our mission to feed others transcends the physical attention to their needs, and we are called to serve them by sharing the gifts that the Spirit has granted us. This challenge may inspire our parish liturgical committees as they prepare the Sunday commentaries, the Prayers of the Faithful, and music selection for the celebration. How do we maintain a balance in our call to feed others between the physical and the spiritual?
-Saul Oñate, DRE
XVII Domingo Ordinario
Hoy, la Palabra nos revela al Dios de amor que alimenta al pueblo y sacia su hambre para siempre. Eliseo, en la primera lectura, nos brinda un gran ejemplo al decidir que las primicias de alimento que aquel hombre le traía para él, se distribuyeran entre la gente que tenía hambre. El Evangelio nos presenta una imagen similar con Jesús y sus discípulos. La narración incluye la tensión entre la lógica humana y la fe incondicional de aquellos que confían en Dios. Los discípulos de Jesús cuestionan de dónde y cómo van a dar tanta comida a la muchedumbre; Jesús, sin embargo, les invita a confiar en Él y en Dios, y provoca que todos los presentes coman hasta saciarse y aún conserven las sobras de lo que compartieron. Para Dios no hay imposibles; para nosotros tampoco, si confiamos en su infinita misericordia. La Carta a los Efesios afirma que en Jesucristo formamos un solo cuerpo y vivimos en un mismo Espíritu que nos nutre y alimenta para que compartamos con nuestro prójimo el alimento de Dios con los dones que transforman nuestra realidad humana: la amabilidad, la misericordia, el perdón y la comprensión. La Palabra, por lo tanto, nos presenta un gran desafío: en justicia, vivimos llamados a saciar el hambre que prevalece a nuestro alrededor entre aquellos que viven marginados por la sociedad; en la caridad y la generosidad, nuestro alimento trasciende la que nos nutre físicamente; debe abarcar el compromiso de servir a nuestro prójimo con los dones que el Espíritu Santo nos ha concedido. Conviene, por lo tanto, que el comité parroquial de liturgia haya propuesto un equilibrio entre estos dos tipos de “alimentos” por medio de sus comentarios, preces y selección de la música litúrgica propia de esta celebración.