Lent is a special time of prayer, penance, sacrifice and good works in preparation of the celebration of Easter. In the desire to renew the liturgical practices of the Church, The Constitution on the Sacred Liturgy of Vatican Council II stated, “The two elements which are especially characteristic of Lent — the recalling of baptism or the preparation for it, and penance — should be given greater emphasis in the liturgy and in liturgical catechesis. It is by means of them that the Church prepares the faithful for the celebration of Easter, while they hear God’s word more frequently and devote more time to prayer.” (no. 109).
The word Lent itself is derived from the Anglo-Saxon words lencten, meaning “Spring”, and lenctentid, which literally means not only “Springtide” but also was the word for “March”; the month in which the majority of Lent falls. Since the earliest times of the Church, there is evidence of some kind of Lenten preparation for Easter. For instance, St. Irenaeus (d. 203) wrote to Pope St. Victor I, commenting on the celebration of Easter and the differences between practices in the East and the West: “The dispute is not only about the day, but also about the actual character of the fast. Some think that they ought to fast for one day, some for two, others for still more; some make their last 40 hours on end. Such variation in the observance did not originate in our own day, but very much earlier, in the time of our forefathers “Eusebius, History of the Church, V, 24).
St. Cyril of Jerusalem, In his series of “Festal Letters”; also noted the practices and duration of Lent, emphasizing the 40-day period of fasting. One can safely conclude that by the end of the fourth century, the 40-day period of Easter preparation known as Lent existed, and that prayer and fasting constituted its primary spiritual exercises. Nevertheless, I was always taught “If you gave something up for the Lord, tough it out. Don’t act like a Pharisee looking for a loophole. Moreover, an emphasis must be placed on performing spiritual works, like attending the Stations of the Cross, attending Mass, making a weekly holy hour before the Blessed Sacrament, taking time for personal prayer and spiritual reading and most especially making a good confession and receiving sacramental absolution. Although the practices may have evolved over the centuries, the focus remains the same: to repent of sin, to renew our faith and to prepare to celebrate joyfully the mysteries of our salvation.
Cuaresma
El tiempo de la Cuaresma rememora los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó en el desierto mientras se encaminaba hacia la tierra prometida, con todo lo que implicó de fatiga, lucha, hambre, sed y cansancio...pero al fin el pueblo elegido gozó de esa tierra maravillosa, que destilaba miel y frutos suculentos (Éxodo 16 y siguientes).
También para nosotros, como fue para los israelitas aquella travesía por el desierto, la Cuaresma es el tiempo fuerte del año que nos prepara para la Pascua o Domingo de Resurrección del Señor, cima del año litúrgico, donde celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal, y por lo mismo, la Pascua es la fiesta de alegría porque Dios nos hizo pasar de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo profundo, de la muerte a la vida. La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia, si es que nos hubiéramos alejado de Él, como aquel hijo pródigo (Lucas 15, 11-32) que se fue de la casa del padre y le ofendió con una vida indigna y desenfrenada.
Esta conversión se logra mediante una buena confesión de nuestros pecados. Dios siempre tiene las puertas de casa abiertas de par en par, y su corazón se le rompe en pedazos mientras no comparta con nosotros su amor hecho perdón generoso. ¡Ojalá fueran muchos los pecadores que valientemente volvieran a Dios en esta Cuaresma para que una vez más experimentaran el calor y el cariño de su Padre Dios!
Si tenemos la gracia de seguir felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados y presentes que han herido el amor de ese Dios Padre; esta purificación la lograremos mediante unas prácticas recomendadas por nuestra madre Iglesia; así llegaremos preparados y limpios interiormente para vivir espiritualmente la Semana Santa, con todo la profundidad, veneración y respeto que merece. Estas prácticas son el ayuno, la oración y la limosna.