The first two readings of this solemnity help us to understand the main theme of the day: Christ, the mediator between God and humanity, has sealed a new Covenant with his blood to be our paschal nourishment until he comes again. Just as Moses sealed the old Covenant upon his return from Mount Sinai with the blood of the lamb that he poured on the altar of sacrifice and on the chosen people, Christ sealed a new Covenant with his sacrifice on the cross, and with the bread and wine that allows us to participate in his self-surrender through his paschal meal. The Letter to the Hebrews, today’s Second Reading, clearly distinguishes that this Covenant is not the restoration of the previous one, but rather a new and radical Covenant that points to God as the subject of worship and brings all people together in the forgiveness of sins. At the conclusion of the main Mass of the day, it is recommended that a procession of the Blessed Sacrament be held in or around the Church, as well as Exposition and Adoration of the Most Blessed Sacrament. Before each Mass, during the commentaries, in the homily, or even throughout the week during community catechesis, the rich origins of this solemnity may be explained. The eucharistic tradition of the thirteenth century that was once used by missionaries to catechize and evangelize the indigenous populations across the globe continues to inform popular devotion and piety today.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo
Las dos primeras lecturas de esta solemnidad nos ayudan a comprender mejor el tema principal de este día: la nueva Alianza que Cristo selló con su sangre como Mediador entre Dios y la humanidad, para convertirse en alimento permanente de la Pascua “hasta que vuelva”. Así como Moisés selló la antigua Alianza al bajar del Monte Sinaí con la sangre del cordero que roció sobre el altar del sacrificio y sobre el pueblo peregrino, así Cristo selló la nueva Alianza por el sacrificio de la Cruz y con el pan y el vino que transforma en la Última Cena nos permite participar de su entrega redentora. La Carta a los hebreos, el texto de la segunda lectura distingue claramente que esta Alianza no es la restauración de la primera, sino una Alianza nueva y radical que no sólo rinde culto a Dios, sino que acoge a toda la humanidad y la redime del pecado. Se recomienda que al final de la Misa principal del día se haga una procesión Eucarística alrededor de la Iglesia, o dentro de la misma, para permitirle a los fieles un tiempo de adoración, que concluya con la bendición según las normas propuestas en la exposición y adoración del Santísimo Sacramento. Antes de comenzar cada Misa, en las moniciones o quizás durante la semana en las sesiones de la catequesis parroquial, se puede explicar un poco el origen de la tradición Eucarística del siglo XIII que sigue formando parte de la piedad de los fieles y que utilizaron los misioneros para catequizar a los pueblos indígenas en un momento concreto de la evangelización de América y de otras partes del mundo.