The rich young man in today’s Gospel wanted to know what we all want to know—how to live in this life so that we might live forever in the world to come. He sought what today’s Psalm calls “wisdom of heart.”
He learns that the wisdom he seeks is not a program of works to be performed or behaviors to be avoided. As Jesus tells him, observing the commandments is essential to walking the path of salvation—but it can only get us so far.
The Wisdom of God is not precepts, but a person—Jesus Christ. Jesus is the Wisdom whose Spirit was granted to Solomon in today’s First Reading. Jesus is the Word of God spoken of in today’s Epistle. And Jesus, as He reveals Himself to the rich man today, is God.
In Jesus we encounter Wisdom, the living and effective Word of God. As He does with the rich man today, He looks upon each of us with love. That look of love, that loving gaze, is a personal invitation—to give up everything to follow Him.
Nothing is concealed from His gaze, as we hear in the Epistle. In His fiery eyes, the thoughts of our hearts are exposed, and each of us must render an account of our lives (see Revelation 1:14).
We must have the attitude of Solomon, preferring Wisdom to all else, loving Him more than even life itself. This preference, this love, requires a leap of faith. We will be persecuted for this faith, Jesus tells His disciples today. But we must trust in His promise—that all good things will come to us in His company.
What, then, are the “many possessions” that keep us from giving ourselves totally to God? What are we clinging to—material things, comfort zones, relationships? What will it take for us to live fully for Christ’s sake and the sake of the Gospel?
Let us pray for the wisdom to enter into the kingdom of God. With the Psalmist, let us ask Him, “Teach us.”
Reflection written by Scott Hans
El joven rico en el Evangelio de hoy quería saber lo que todos queremos saber: cómo vivir en esta vida para que podamos vivir para siempre en el mundo venidero. Buscó lo que el salmo de hoy llama "sabiduría de corazón".
Aprende que la sabiduría que busca no es un programa de trabajos a realizar o comportamientos que deben evitarse. Como Jesús le dice, observar los mandamientos es esencial para recorrer el camino de la salvación, pero solo puede llevarnos tan lejos.
La Sabiduría de Dios no es preceptos, sino una persona: Jesucristo. Jesús es la Sabiduría cuyo Espíritu fue otorgado a Salomón en la primera lectura de hoy. Jesús es la Palabra de Dios de la que se habla en la epístola de hoy. Y Jesús, tal como se revela hoy al hombre rico, es Dios.
En Jesús encontramos la Sabiduría, la Palabra viva y efectiva de Dios. Como lo hace hoy con el hombre rico, nos mira a cada uno de nosotros con amor. Esa mirada de amor, esa mirada amorosa, es una invitación personal, a renunciar a todo para seguirlo.
Nada se oculta de Su mirada, como escuchamos en la Epístola. En Sus ojos de fuego, los pensamientos de nuestros corazones están expuestos, y cada uno de nosotros debe rendir cuentas de nuestras vidas (véase Apocalipsis 1:14).
Debemos tener la actitud de Salomón, prefiriendo la Sabiduría a todo lo demás, amándolo más que a la vida misma. Esta preferencia, este amor, requiere un salto de fe. Vamos a ser perseguidos por esta fe, Jesús les dice a sus discípulos hoy. Pero debemos confiar en Su promesa, que todas las cosas buenas vendrán a nosotros en Su compañía.
¿Cuáles son, entonces, las “muchas posesiones” que nos impiden entregarnos totalmente a Dios? ¿A qué nos aferramos a: cosas materiales, zonas de confort, relaciones? ¿Qué nos costará vivir plenamente por causa de Cristo y por causa del Evangelio? Oremos por la sabiduría para entrar en el reino de Dios. Con el salmista, preguntémosle: "Enséñanos".
Reflexión escrita por Scott Hans